A través de la historia
de Fortín, Veracruz

Toponimia

El Municipio de Fortín tomó su nombre del fortín (pequeño fuerte o construcción militar para resistir ataques enemigos) que en 1816, en plena Guerra de Independencia, el ejército español construyó cerca de la Barranca de San Miguel (Metlac) para proteger el camino real que conectaba a los Cantones de Córdoba y Orizaba del ejército insurgente.

Época Prehispánica

Tierra de origen libre Olmeca, más tarde Totonaca tributaria del imperio Azteca, que a mediados del siglo XV fue dominada por el excelentísimo emperador Moctezuma II. Era su territorio plagado de hermosos árboles Jonotes (Heliocarpus appendiculatus), por su característica endémica en Fortín, como en pocas ciudades de México, por lo que habría de reconocerse como el árbol símbolo del municipio. La altura oscila entre 12 a 14 metros y en casos extraordinarios hasta más de 20 metros.

Con su verdor predominante, con sus ramas avejentadas de color pardo oscuro con tonos rojizos e incluso blancos en su superficie, estas especies constituyen los tonos del Fortín, los tonos del municipio; el verde abundante del bosque de montaña, el pan oscuro de sus tardes frías y templadas, el blanco del alma de su gente. Los botones florales ovoides, los frutos secos, jonote o corcho, son símbolo ineludible de Fortín, del nuevo gobierno que hoy lo reconoce, que hace un plan municipal que alude no sólo a tu historia humana, si no a las raíces biológicas profundas que dieron cabida y dan voz y esperanza a la nueva sociedad.

Época Colonial

Después de haber sido conquistada esta región por los españoles al mando del capitán Gonzalo de Sandoval en 1521, se establecieron varios ranchos o haciendas, así como diversas edificaciones, entre éstas, el Puente San Miguel el cual lleva el nombre del paraje donde está edificado: la barranca de San Miguel.

Y este nombre no remite, como es lógico, al del arcángel Miguel, santo patrono de muchas ciudades y pueblos en México.

Hace referencia al famoso cacique indio Miguel de Mendoza, primer gobernador de la república de indios en Orizaba en 1553, quien tuviera la barranca dentro de su jurisdicción en el siglo XVI. El sitio era llamado indistintamente de “Don Miguel” o “San Miguel”, predominando finalmente este último hasta la actualidad.

Hacia 1570 existió aquí un pequeño molino operado por la fuerza del río para hacer y vender harina de trigo, propiedad de Antonio González y su mujer María de Vergara.

La casa de Don Miguel de Mendoza fue adquirida por una compañía de Orizaba.

Entre las construcciones españolas sobresalientes estaba la Hacienda de Monte Blanco que, primeramente fue parte del rancho de la familia Villegas proveniente de Tlaxcala y que en 1700 les fue cedida en arrendamiento la Barranca de Metlac, siendo conocida como Barranca de Villegas o Rancho Fortín de Villegas, hasta 1900.

El viajero español Fray Francisco de Ajofrín (1719-1789), en su obra DIARIO DEL VIAJE QUE HICIMOS A MÉXICO FRAY FRANCISCO DE AJOFRÍN Y FRAY FERMÍN DE OLITE, CAPUCHINOS, menciona que el 15 de febrero 1766 salió de la villa de Córdoba, en la que había descansado cinco días, rumbo a Orizaba:

“Hay varios ranchos en el camino y se cruzan dos ríos por puentes. El paso que llaman de La Barranca es muy áspero y pedregoso.”

El 19 de marzo de 1777 se dictó una real orden para que se realizara un reconocimiento con el fin de elegir el sitio más adecuado para el establecimiento de una fundición general de artillería de bronce en la Nueva España.

Fue hecho por los capitanes Pedro Ponce y Diego García Panes. En su informe del 1 de agosto del mismo año al virrey Antonio María de Bucareli y Ursúa, señalan haber explorado la villa de Orizaba, junto con su valle y caminos para determinar el sitio encargado, incluyendo el cómputo de los costos de reparar los caminos que conducirían a tal lugar.

En este apartado señalan:

“Desde el mencionado puente al río de Villegas demarcamos necesitar poco más de una legua de calzada, por ser tierra bajía y anegadiza en tiempo de aguas. Dicho río de Villegas, que dividido en dos brazos necesita de dos puentes, tiene el uno de mampostería bastantemente arruinado, y angosto, que pide reedificarse, y otro de vigas, que conviene hacerlo de mampostería; y aunque en el plano se demarca otro puente que se puede hacer, y se proyecta después de la Junta de los Ríos con la atención de hacerle solo de un paso, de los dos menores mencionados; miramos por más conveniente el reparo de estos como se indica en el cálculo.

Desde el citado puente Viejo de Piedra empieza la subida áspera de la Cuesta de Villegas, tan trabajosa, y arriesgada de transitar a la arriería teniendo de largo hasta su cumbre 1986 varas lineales, y de elevación ciento y diez varas, y un pie, y para hacer esta subida cómoda en cuanto lo permite el terreno se proyecta sea en seis tramos o tornos.

Ya en la cumbre de la cuesta de Villegas sigue siempre el terreno con descenso; pero hasta la villa de Córdoba que dista dos leguas todo es barrizal resbaloso, que en tiempo de aguas se hace intransitable, por lo que requiere calzada, dirigiendo el camino por fuera de Córdoba por más corto, como porque sería más costoso llevarlo por la irregularidad de las calles que tiene aún siendo paso frecuentado.”

Época Independiente


El fortincillo de Monte Blanco

Durante la Guerra de Independencia, después de la estancia del Gral. Nicolás Bravo en San Juan Coscomatepec y su salida gloriosa el 4 de octubre de 1813, el Ejército Insurgente al mando del Capitán Félix Luna siguió realizando operaciones en la región de la Barranca de Villegas (Metlac).

En 1816, tras su expulsión del Puente del Rey por la división realista del brigadier realista Fernando Miyares y Mancebo, el 8 de diciembre de 1815, el jefe insurgente Gral. Guadalupe Victoria trasladó parte de su área de operaciones al camino real de Córdoba, a fin de interceptar los convoyes realistas y proveerse de recursos para continuar la rebelión, tal como había hecho entre 1813 y 1815 en el camino real entre Xalapa y Veracruz.

Victoria tomó como cuartel la Hacienda Monte Blanco que había sido fundada en 1618 y cuyo nombre original era Nuestra Señora de la Luz, alias Monte Blanco (Martínez Alarcón, 2008,92). Fue propiedad de Francisco José Segura hacia y en 1810, de la señora Isabel Segura.

Simultáneamente desafiaba el dominio de la zona al jefe militar realista coronel D. José Ruíz, comandante del batallón Voluntarios de Navarra y encargado de la comandancia de Córdoba y Orizaba.

Da cuenta de lo anterior D. José Domingo Isasi, en su obra “Memorias de lo acontecido en Córdoba en tiempo de la revolución, para la historia de la Independencia Megicana”:

“Después de esta glorioso retirada que se verificó el 4 de octubre del año 1813, no ocurrió cosa particular hasta el de 1816, que siendo general de la provincia D. Guadalupe Victoria (actual presidente de nuestra República) se proyectó un fuerte en un cerro de la hacienda de Monte-Blanco, con el objeto de contar con un punto de apoyo para hostilizar a Córdoba y Orizaba, y al mismo tiempo guarecerse de sus tropas.”.

Una vez construido el “fortincillo”, dejó encargada la comandancia al Coronel Melchor Múzquiz.

El Fortín de Villegas

En noviembre de 1816, el Coronel D. José Ruíz, comandante del batallón de Voluntarios de Navarra y a cargo de las villas de Córdoba y Orizaba desde 1815, obligó a los arrieros a construir un “fortín” en las proximidades del Puente de San Miguel, con el objetivo de atacar a Muzquiz.

Esto y más lo menciona el doctor Enrique Herrera Moreno en su obra “El Cantón de Córdoba” publicada en 1892:

“El realista Ayuntamiento de Córdoba, que había vino con disgusto la inacción del coronel Ruíz cuyas principales hazañas fueron continuas marchas; entre las dos villas, á fin de proteger la construcción del fortín que se llamó de Villegas vio con júbilo los preparativos de Márquez.”

Así también da cuenta de lo anterior Isasi, en su obra que narra: 

“En ese tiempo era comandante de las villas un D. José Ruiz, coronel de Voluntarios de Navarra, hombre distinguido en gran manera por su cobardía, pues trabajando los insurgentes en la fortaleza, casi a su vista, no se atrevía a desalojarlos de Monte-Blanco, con su lucido batallón que lo entretenía en echar paseos de Orizaba a Córdoba, haciéndose él de mucha importancia para las villas, donde quiso perpetuar su memoria mandando construir el fortín de la barranca de San Miguel, punto medio entre las mismas villas”.

 

Se trataba de una estructura de traza rectangular dotada de seis garitas –cuatro en sus vértices y dos en su parte intermedia- y edificado con mampostería de piedra de cantos rodados obtenidos de los ríos y argamasa de barro como mortero para unirlas piedras.

La Batalla de Monte Blanco

Una vez construidos ambos fuertes por las tropas insurgentes y realistas, la lucha entre ambos bandos era inevitable.

“Se concluyó felizmente el fuerte de los americanos en Monte-Blanco, y fue encargado de su comandancia el coronel D. Melchor Muzquiz. Para atacarlo fue necesario que viniera el coronel D. José Joaquín Márquez y Donallo con su batallón de Lovera, un piquete del de Asturias, 100 caballos al mando de Iberri, y un cañón de a 12, otro violente y un obús. A esta fuerza se agregaron el batallón de Navarra, un piquete del de Tlascala, y 80 realistas. Marchó esta división a atacar el fuerte el día 1º de noviembre; y después de un ligero encuentro en el llano de Monte-Blanco con una reunión de 100 caballos de Luna, y 50 infantes del capitán Rosas, siguió su marcha hasta el pueblo de Chocamán, donde puesto por Márquez el cuartel general, comenzó a tomar sus disposiciones para colocar las baterías, lo que efectuó por el único punto que le permitió la figura del cerro. Al día siguiente rompió el fuego a tiro de fusil, y hasta el tercero no pudo ser colocado en batería el cañón de a 12. Batió con él hasta el séptimo día, en que acobardada la guarnición por el estrago que hizo la bala de a 12 en un enorme árbol, se rindió confiada en las ofertas que la hizo Márquez de ser tratada con benignidad: lo que se cumplió como todas las promesas hechas a los desgraciados insurgentes; ´pues fueron presos y conducidos en cuerda hasta Puebla 256 americanos, entre ellos el teniente D. Rafael Lucio, vecino de Córdoba. Múzquiz fue preferido como comandante mandándosele remachar un par de grillos. Se asegura que esto fue por haber pedido un certificado de que su rendición no había sido sino por cobardía de la guarnición.

En los días del ataque hubo como 6 muertos del partido americano, e igual número de heridos (entre estos el coronel Maury, quien pudo escapar así como otros 50 hombres) y del partido real 3 muertos y ocho heridos.

El fuerte, después de haberse tomado su artillería, armamento de los rendidos, y municiones de boca y guerra, fue destruido completamente a cañonazos, lo mismo que su algibe.”

 

A la par, el periodista e historiador Carlos María de Bustamante (1774-1848), quien vivió y participó en la Guerra de Independencia (1810-1821), narra este suceso en su obra “Cuadro Histórico de la Revolución de la América Mexicana”, publicado en 1823, en el Tomo V y el apartado “Campañas de la provincia de Veracruz por el general Victoria, hasta el año de 1821 en que apareció de una cueva”.

“Cuando me ha tocado hablar de las ocurrencias de la provincia de Veracruz, lo he hecho con la extensión compatible con este Cuadro de relaciones o apuntamientos para la historia y siguiendo el mismo método y la que dejé pendiente cuando hablé de la toma de Boquilla de piedra por el gobierno español digo: Que una gran parte del batallón llamado de la república que levantó el general Victoria, marchó con éste para el cerro de Aguazuela llamado por otro nombre el Alto Tizar con el objeto de fortificarse, lo que no ejecutó entonces por la pérdida de Boquilla de piedra, a cuya sazón se verificó también la de la fortaleza de Monte blanco que defendía el coronel D. Melchor Múzquiz con su segundo el coronel francés D. Juan Morí como vamos a ver.

Este punto ubicado en la eminencia del monte de la hacienda de que tomó su nombre, lo fortificó el general Victoria con el objeto de tener en brida las villas de Orizava y Córdova, prometiéndose tomarlas algún día por las hostilidades que pudiera hacerles desde el mismo lugar; principalmente interceptándoles los convoyes con que sostenían su comercio y fomentaban el ramo del tabaco, manantial fecundo de riquezas con que el virrey contaba entonces para hacernos la guerra.

Como el establecimiento de esta clase de puestos fortificados, demandada suma prontitud y abundancia de brazos, y otros recursos costosísimos, Victoria aunque puso el esmero posible en concluir prontamente aquella fortificación, careció de operarios para poder extender la tala de árboles a más de tiro de cañón como se acostumbra; así es que habiendo quedado muchos árboles a las inmediaciones, ellos sirvieron de apoyo al enemigo para situar sus baterías, y que éstas protegidas de fuertes talas, pudiesen causar grave daño sobre los sitiados.

Confióse esta empresa al coronel Márquez Donayo, de cuya intrepidez estaba bien satisfecho el gobierno de México, principalmente cuando estaba borracho, como lo acreditó en Puente del Rey, según en su lugar vimos. Dierónsele dos divisiones y seis piezas de artillería, a saber la de Lobera que era de su mando, y la del coronel Ruiz de Navarra que en todo componían la fuerza de mil y quinientos hombres, los mil de infantería, como él dice en su parte.

Después de hecho el reconocimiento previo al ataque, el 31 de Octubre (1816), marchó el enemigo para el pueblo de Chocamán donde se presentó un grueso respetable de caballería americana, con la que se trabó un recio tiroteo en que ambas partes mostraron valor, y tuvieron pérdida.

Al día siguiente, a merced de las partidas de cazadores que echó Márquez para descubrir perfectamente el local fortificado, se situó a tiro de fusil de las trincheras y en la noche planteó una batería la que protegiese a sus trabajadores para proporcionarse un camino cubierto, y que su campo se comunicase con el de su segundo Iberri. Entretanto los fuegos de los americanos no cesaron; la zapa dé los españoles avanzó en la noche del día 3 de Noviembre, hasta colocar la trinchera a tiro de pistola.

Asimismo asestaron una pieza de a 12 el día 6. Siendo extraordinario el fuego que entonces se hizo con las dos armas, la caballería americana no cesaba entretanto de fatigar a los destacamentos de los sitiadores que iban y venían a Orizava a proveerse de lo que necesitaban para activar el asedio.

El comandante Múzquiz, había mostrado una decisión heroica para sostenerse en aquel punto hasta morir, pero no estaba con la misma disposición la tropa que mandaba instigada por el excesivo fuego que se hacía sobre ella, y seducida por las persuasiones de los enemigos que les hablaban de rendirse sin intermisión, pues estaban a menos de tiro de fusil, ofreciéndoles tratar con humanidad, y darles libertad si se rendían; herido además Mori en la cabeza gravemente con la astilla de un árbol que destrozó una bala de cañón, hizo Múzquiz seña de parlamentar: prestóse a ello Márquez; propuso la capitulación más honorífica que pudiera en aquellas circunstancias; por todo afectó pasar Márquez para no cumplir nada, recibiólo con las mayores señales de amistad y benevolencia, comieron juntos, pero al día siguiente le trató con la bajeza propia de aquel gallego ruin que tal vez sería privadero ó mozo de cordel en Cádiz, pues le mandó arrestar y lo mismo a Mori, y que toda la guarnición prisionera en número de 256 hombres, fuese conducida a las cárceles de Puebla, y no puesta en libertad como se había pactado.

Tengo a la vista un cuaderno de noticias que llevaba escrupulosamente un vecino de Orizava, y que comprende toda la época de la revolución, y en cuyas páginas se leen estas palabras….Mes de Noviembre… «El día 7 a la una de la tarde, se rindieron los que estaban en el fuerte de Monteblanco: a las cuatro de la mañana del día 8 se celebró la victoria en esta plaza de armas con salva de cañón y un repique general en todas las iglesias. A la una y cuarto de la tarde del día 14, entró Márquez triunfante en Orizava con doscientos cincuenta hombres rendidos prisioneros, con sus comandantes Múzquiz y Mori, el primero mexicano y el segundo francés, en sus muías aparejadas y con su par de grillos: a Múzquiz lo llevaron a la prevención de Asturias, y a Mori con los demás, lo pusieron en la cárcel, despojados de sus vestidos. EI 22 se regresó el convoy para arriba, llevándose a todos los prisioneros aunque en mejor traje, a merced del piadoso vecindario que tuvo la bondad de equiparlos y mantenerlos a satisfacción el tiempo de su prisión en esta villa.»

Posteriormente Múzquiz y Mori sufrieron grandes padecimientos en la durísima cárcel de Puebla, y por tales méritos merecen de justicia la consideración hoy día de sus conciudadanos. Concluida la toma de Monte Blanco se dijo en Tehuacán que había venido a su socorro Victoria; si se hubiera hallado en el sitio acaso sus disposiciones habrían sido más útiles y provechosas. La pérdida de Monte Blanco hizo vaticinar la de Palmillas, cuya fortificación se estaba haciendo entonces; y en la que trabajaba personalmente Victoria (yo testigo). El tiempo acreditó la exactitud de este vaticinio que bien podía hacerse aún por el menos advertido faltando los auxilios exteriores con la pérdida de Boquilla, y sin los que aquella provincia no podía mantenerse en actitud hostil por mucho tiempo.” (Bustamente, 1844, págs. 27, 29).

Las perdidas insurgentes fueron de 6 muertos y 3 muertos, con 8 heridos por los realistas. Del fuerte insurgente casi no quedaron restos.”

Debido al rápido desenlace de la campaña militar, el fortincillo tuvo una muy corta existencia y no nos han llegado planos ni descripciones detalladas de su composición y arquitectura.

“Parte del coronel Márquez Donayo al Ayuntamiento, después de la toma de Monte-blanco.

Los opresores del suelo de esta demarcación, fortificados completamente en este elevado cerro de Monte-blanco oprimidos del estrecho sitio que les había formalizado en menos de veinticuatro horas, y hostilizados completamente a mi satisfacción por los fuegos de estas tropas y artillería, se han rendido a discreción entre diez y once de la mañana de ayer. Su decantado fuerte, artillería, todas armas, municiones, víveres y demás, con los cabecillas y trescientos hombres que le guarnecían, los tengo prisioneros de guerra. Esta operación tan digna de aprecio está concluida en medio de las penalidades que ha sufrido esta división, cuyas satisfacciones tan victoriosas participo á V. S. para su conocimiento y solo me resta en este momento, en obsequio de mis deberes el dar a ese ilustre Ayuntamiento y población las más cordiales gracias por los auxilios que me han facilitado para conseguir tan felices resultados.

Dios guarde á V. S. m. a. Campo de la Gloria, en el fuerte conquistado a los rebeldes de Monte-blanco, 8 de Noviembre de 1816. — José Joaquín Márquez y Donayo.

Espero de V. S. se sirva disponer se diga una misa en acción de gracias, se haga salva triple. Márquez. Sres. Comandante de armas é Ilustre Ayuntamiento de la Villa de Córdoba.” (Herrera Moreno,1892,569, 570).”

“El desgraciado coronel insurgente fué encerrado en la cárcel pública de Puebla, en donde perdió el oído a consecuencia de las escaseces y miseria que hubo de soportar, según refiere el historiador Alamán. Los soldados defensores de Monte-blanco fueron igualmente conducidos en cuerda a Puebla y destinados a obras públicas.” (Herrera Moreno,1892,234).

“En 1816 fue hecho prisionero por las fuerzas virreinales, procesado y condenado a diez años de presidio y luego enviado al destierro a Europa, pero luego con motivo de las bodas de Fernando VII, Múzquiz fue incluido entre los prisioneros a quienes se les concedió el indulto, regresando Múzquiz a radicar a Monterrey, N. L.”

El 31 de julio de 1845 el Presidente don José Joaquín de Herrera, nombró, postmortem, al General Múzquiz, benemérito de la patria y su nombre fue grabado con letras de oro en el Congreso.” (León Robles, 2009).

Rendidos los insurgentes y destruido el fortincillo de Monte Blanco, el Fortín de Villegas de los realistas continuó operando para proteger el Camino Real y al Puente de San Miguel.

Sin embargo, el Fortín de Villegas fue utilizado por los realistas españoles para asolar a la población y viajeros. El periodista e historiador Carlos María de Bustamante escribió el libro “Resumen Histórico de la Revolución de los Estados Unidos Mejicanos”, publicado en 1828.

“Ya hemos dicho en otro lugar que uno de los medios de que abusaban los comandantes españoles para enriquecerse, era el de los convoyes.

A pretexto de ellos, se exigían contribuciones sobre las mulas y cargas, aun cuando no hubiese riesgo alguno en el tránsito. Cada fortín o trinchera servía de punto de recaudación con achaque de proteger a los caminantes.

Hubo uno en la barranca de Villegas, camino de Orizaba a Córdoba, cuyo destacamento, no solo cobraba gruesas sumas de dinero, sino que sujetaba a las infelices mujeres que tocaban en aquel punto, a una nueva contribución equivalente al antiguo y escandaloso feudo de la pernada, satisfaciendo la brutalidad de aquella bárbara soldadesca.

Cometíanse a sabiendas de los jefes crímenes horrendos que ultrajan a la naturaleza, y que el pudor no permite referir, siendo el más leve de tantos excesos el continuo saqueo que se hacía de los tercios y mercaderías, y el duro trato de prisión y golpes contra los infelices que se quejaban.”

“Éste detestado por su abominable manejo, del que en otras partes hemos dado idea: testigos abonados son la villa de Orizava y pueblo de Zongolica, y si puede añadirse el fuerte de S. Miguel situado en la barranca de Villegas, donde desarrolló este monstruo su malignidad”.

En este apartado señalan:

“Desde el mencionado puente al río de Villegas demarcamos necesitar poco más de una legua de calzada, por ser tierra bajía y anegadiza en tiempo de aguas. Dicho río de Villegas, que dividido en dos brazos necesita de dos puentes, tiene el uno de mampostería bastantemente arruinado, y angosto, que pide reedificarse, y otro de vigas, que conviene hacerlo de mampostería; y aunque en el plano se demarca otro puente que se puede hacer, y se proyecta después de la Junta de los Ríos con la atención de hacerle solo de un paso, de los dos menores mencionados; miramos por más conveniente el reparo de estos como se indica en el cálculo.

Desde el citado puente Viejo de Piedra empieza la subida áspera de la Cuesta de Villegas, tan trabajosa, y arriesgada de transitar a la arriería teniendo de largo hasta su cumbre 1986 varas lineales, y de elevación ciento y diez varas, y un pie, y para hacer esta subida cómoda en cuanto lo permite el terreno se proyecta sea en seis tramos o tornos.

Ya en la cumbre de la cuesta de Villegas sigue siempre el terreno con descenso; pero hasta la villa de Córdoba que dista dos leguas todo es barrizal resbaloso, que en tiempo de aguas se hace intransitable, por lo que requiere calzada, dirigiendo el camino por fuera de Córdoba por más corto, como porque sería más costoso llevarlo por la irregularidad de las calles que tiene aún siendo paso frecuentado.”

Historia de Fortín, Veracruz

Época Prehispánica

Tierra de origen libre Olmeca, más tarde Totonaca tributaria del imperio Azteca, que a mediados del siglo XV fue dominada por el excelentísimo emperador Moctezuma II. Era su territorio plagado de hermosos árboles Jonotes (Heliocarpus appendiculatus), por su característica endémica en Fortín, como en pocas ciudades de México, por lo que habría de reconocerse como el árbol símbolo del municipio. La altura oscila entre 12 a 14 metros y en casos extraordinarios hasta más de 20 metros.

Con su verdor predominante, con sus ramas avejentadas de color pardo oscuro con tonos rojizos e incluso blancos en su superficie, estas especies constituyen los tonos del Fortín, los tonos del municipio; el verde abundante del bosque de montaña, el pan oscuro de sus tardes frías y templadas, el blanco del alma de su gente. Los botones florales ovoides, los frutos secos, jonote o corcho, son símbolo ineludible de Fortín, del nuevo gobierno que hoy lo reconoce, que hace un plan municipal que alude no sólo a tu historia humana, si no a las raíces biológicas profundas que dieron cabida y dan voz y esperanza a la nueva sociedad.

Toponimia

Toponimia

El Municipio de Fortín tomó su nombre del fortín (pequeño fuerte o construcción militar para resistir ataques enemigos) que en 1816, en plena Guerra de Independencia, el ejército español construyó cerca de la Barranca de San Miguel (Metlac) para proteger el camino real que conectaba a los Cantones de Córdoba y Orizaba del ejército insurgente.