Toponimia

El Municipio de Fortín tomó su nombre del fortín (pequeño fuerte o construcción militar para resistir ataques enemigos) que en 1816, en plena Guerra de Independencia, el ejército español construyó cerca de la Barranca de San Miguel (Metlac) para proteger el camino real que conectaba a los Cantones de Córdoba y Orizaba del ejército insurgente.

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Época Prehispánica

Tierra de origen libre Olmeca, más tarde Totonaca tributaria del imperio Azteca, que a mediados del siglo XV fue dominada por el excelentísimo emperador Moctezuma II. Era su territorio plagado de hermosos árboles Jonotes (Heliocarpus appendiculatus), por su característica endémica en Fortín, como en pocas ciudades de México, por lo que habría de reconocerse como el árbol símbolo del municipio. La altura oscila entre 12 a 14 metros y en casos extraordinarios hasta más de 20 metros.

Con su verdor predominante, con sus ramas avejentadas de color pardo oscuro con tonos rojizos e incluso blancos en su superficie, estas especies constituyen los tonos del Fortín, los tonos del municipio; el verde abundante del bosque de montaña, el pan oscuro de sus tardes frías y templadas, el blanco del alma de su gente. Los botones florales ovoides, los frutos secos, jonote o corcho, son símbolo ineludible de Fortín, del nuevo gobierno que hoy lo reconoce, que hace un plan municipal que alude no sólo a tu historia humana, si no a las raíces biológicas profundas que dieron cabida y dan voz y esperanza a la nueva sociedad.

Época Colonial

Después de haber sido conquistada esta región por los españoles al mando del capitán Gonzalo de Sandoval en 1521, se establecieron varios ranchos o haciendas, así como diversas edificaciones, entre éstas, el Puente San Miguel el cual lleva el nombre del paraje donde está edificado: la barranca de San Miguel.

Y este nombre no remite, como es lógico, al del arcángel Miguel, santo patrono de muchas ciudades y pueblos en México.

Hace referencia al famoso cacique indio Miguel de Mendoza, primer gobernador de la república de indios en Orizaba en 1553, quien tuviera la barranca dentro de su jurisdicción en el siglo XVI. El sitio era llamado indistintamente de “Don Miguel” o “San Miguel”, predominando finalmente este último hasta la actualidad.

Hacia 1570 existió aquí un pequeño molino operado por la fuerza del río para hacer y vender harina de trigo, propiedad de Antonio González y su mujer María de Vergara.

La casa de Don Miguel de Mendoza fue adquirida por una compañía de Orizaba.

Entre las construcciones españolas sobresalientes estaba la Hacienda de Monte Blanco que, primeramente fue parte del rancho de la familia Villegas proveniente de Tlaxcala y que en 1700 les fue cedida en arrendamiento la Barranca de Metlac, siendo conocida como Barranca de Villegas o Rancho Fortín de Villegas, hasta 1900.

El viajero español Fray Francisco de Ajofrín (1719-1789), en su obra DIARIO DEL VIAJE QUE HICIMOS A MÉXICO FRAY FRANCISCO DE AJOFRÍN Y FRAY FERMÍN DE OLITE, CAPUCHINOS, menciona que el 15 de febrero 1766 salió de la villa de Córdoba, en la que había descansado cinco días, rumbo a Orizaba:

“Hay varios ranchos en el camino y se cruzan dos ríos por puentes. El paso que llaman de La Barranca es muy áspero y pedregoso.”

El 19 de marzo de 1777 se dictó una real orden para que se realizara un reconocimiento con el fin de elegir el sitio más adecuado para el establecimiento de una fundición general de artillería de bronce en la Nueva España.

Fue hecho por los capitanes Pedro Ponce y Diego García Panes. En su informe del 1 de agosto del mismo año al virrey Antonio María de Bucareli y Ursúa, señalan haber explorado la villa de Orizaba, junto con su valle y caminos para determinar el sitio encargado, incluyendo el cómputo de los costos de reparar los caminos que conducirían a tal lugar.

En este apartado señalan:

“Desde el mencionado puente al río de Villegas demarcamos necesitar poco más de una legua de calzada, por ser tierra bajía y anegadiza en tiempo de aguas. Dicho río de Villegas, que dividido en dos brazos necesita de dos puentes, tiene el uno de mampostería bastantemente arruinado, y angosto, que pide reedificarse, y otro de vigas, que conviene hacerlo de mampostería; y aunque en el plano se demarca otro puente que se puede hacer, y se proyecta después de la Junta de los Ríos con la atención de hacerle solo de un paso, de los dos menores mencionados; miramos por más conveniente el reparo de estos como se indica en el cálculo.

Desde el citado puente Viejo de Piedra empieza la subida áspera de la Cuesta de Villegas, tan trabajosa, y arriesgada de transitar a la arriería teniendo de largo hasta su cumbre 1986 varas lineales, y de elevación ciento y diez varas, y un pie, y para hacer esta subida cómoda en cuanto lo permite el terreno se proyecta sea en seis tramos o tornos.

Ya en la cumbre de la cuesta de Villegas sigue siempre el terreno con descenso; pero hasta la villa de Córdoba que dista dos leguas todo es barrizal resbaloso, que en tiempo de aguas se hace intransitable, por lo que requiere calzada, dirigiendo el camino por fuera de Córdoba por más corto, como porque sería más costoso llevarlo por la irregularidad de las calles que tiene aún siendo paso frecuentado.”

Época Independiente


El fortincillo de Monte Blanco

Durante la Guerra de Independencia, después de la estancia del Gral. Nicolás Bravo en San Juan Coscomatepec y su salida gloriosa el 4 de octubre de 1813, el Ejército Insurgente al mando del Capitán Félix Luna siguió realizando operaciones en la región de la Barranca de Villegas (Metlac).

En 1816, tras su expulsión del Puente del Rey por la división realista del brigadier realista Fernando Miyares y Mancebo, el 8 de diciembre de 1815, el jefe insurgente Gral. Guadalupe Victoria trasladó parte de su área de operaciones al camino real de Córdoba, a fin de interceptar los convoyes realistas y proveerse de recursos para continuar la rebelión, tal como había hecho entre 1813 y 1815 en el camino real entre Xalapa y Veracruz.

Victoria tomó como cuartel la Hacienda Monte Blanco que había sido fundada en 1618 y cuyo nombre original era Nuestra Señora de la Luz, alias Monte Blanco (Martínez Alarcón, 2008,92). Fue propiedad de Francisco José Segura hacia y en 1810, de la señora Isabel Segura.

Simultáneamente desafiaba el dominio de la zona al jefe militar realista coronel D. José Ruíz, comandante del batallón Voluntarios de Navarra y encargado de la comandancia de Córdoba y Orizaba.

Da cuenta de lo anterior D. José Domingo Isasi, en su obra “Memorias de lo acontecido en Córdoba en tiempo de la revolución, para la historia de la Independencia Megicana”:

“Después de esta glorioso retirada que se verificó el 4 de octubre del año 1813, no ocurrió cosa particular hasta el de 1816, que siendo general de la provincia D. Guadalupe Victoria (actual presidente de nuestra República) se proyectó un fuerte en un cerro de la hacienda de Monte-Blanco, con el objeto de contar con un punto de apoyo para hostilizar a Córdoba y Orizaba, y al mismo tiempo guarecerse de sus tropas.”.

Una vez construido el “fortincillo”, dejó encargada la comandancia al Coronel Melchor Múzquiz.

El Fortín de Villegas

En noviembre de 1816, el Coronel D. José Ruíz, comandante del batallón de Voluntarios de Navarra y a cargo de las villas de Córdoba y Orizaba desde 1815, obligó a los arrieros a construir un “fortín” en las proximidades del Puente de San Miguel, con el objetivo de atacar a Muzquiz.

Esto y más lo menciona el doctor Enrique Herrera Moreno en su obra “El Cantón de Córdoba” publicada en 1892:

“El realista Ayuntamiento de Córdoba, que había vino con disgusto la inacción del coronel Ruíz cuyas principales hazañas fueron continuas marchas; entre las dos villas, á fin de proteger la construcción del fortín que se llamó de Villegas vio con júbilo los preparativos de Márquez.”

Así también da cuenta de lo anterior Isasi, en su obra que narra: 

“En ese tiempo era comandante de las villas un D. José Ruiz, coronel de Voluntarios de Navarra, hombre distinguido en gran manera por su cobardía, pues trabajando los insurgentes en la fortaleza, casi a su vista, no se atrevía a desalojarlos de Monte-Blanco, con su lucido batallón que lo entretenía en echar paseos de Orizaba a Córdoba, haciéndose él de mucha importancia para las villas, donde quiso perpetuar su memoria mandando construir el fortín de la barranca de San Miguel, punto medio entre las mismas villas”.

 

Se trataba de una estructura de traza rectangular dotada de seis garitas –cuatro en sus vértices y dos en su parte intermedia- y edificado con mampostería de piedra de cantos rodados obtenidos de los ríos y argamasa de barro como mortero para unirlas piedras.